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El impacto emocional de la pérdida materna en diferentes etapas de la vida

  • Foto del escritor: Psicólogo Juan Rojas
    Psicólogo Juan Rojas
  • 5 jun
  • 4 Min. de lectura

Por: Juan Rojas, Psicólogo General Sanitario en San Sebastián - Donostia




Perder a una madre es una de las experiencias más profundas y transformadoras que puede atravesar una persona. Su ausencia no solo deja un vacío físico, sino que impacta directamente en la estructura emocional, afectiva y psicológica del individuo. Lo que muchas veces no se comprende es que esta pérdida no se vive de la misma forma en todas las etapas de la vida. El duelo materno cambia, se manifiesta de distintas maneras y adquiere nuevos significados a medida que la persona crece y enfrenta nuevos desafíos.


En la infancia, la pérdida de la madre representa una ruptura emocional muy significativa. La figura materna suele ser el primer vínculo de apego, el refugio de seguridad y el canal a través del cual el niño comienza a desarrollar confianza en el mundo. Cuando esa figura desaparece de forma temprana, el niño o la niña puede experimentar confusión, tristeza, miedo y una sensación de desprotección constante. A veces, el dolor no se expresa con palabras, sino con silencios, comportamientos retraídos o incluso cambios en la conducta, como agresividad o aislamiento. Si no se brinda un acompañamiento adecuado en esta etapa, el duelo infantil puede quedar congelado, reactivándose años después en forma de inseguridad, baja autoestima o dificultades para establecer vínculos afectivos.

Durante la adolescencia, el impacto de la ausencia materna toma una nueva dimensión.


Es una etapa marcada por la construcción de la identidad, la búsqueda de autonomía y la necesidad de validación emocional. No tener a la madre presente puede generar sentimientos de vacío, rabia interna o un deseo inconsciente de reemplazar esa figura a través de relaciones intensas o conductas de riesgo. Algunos adolescentes expresan su dolor en silencio, mientras que otros lo transforman en rebeldía o desapego emocional. El proceso de duelo en esta etapa suele estar acompañado de preguntas existenciales, de conflictos internos no resueltos y de la necesidad urgente de comprender lo que se vivió.


En la adultez, el duelo materno puede revivirse en múltiples momentos de la vida. El nacimiento de un hijo, una decisión importante, una crisis personal o incluso un logro profesional pueden reactivar ese sentimiento de pérdida. Muchas personas adultas se sorprenden al experimentar tristeza intensa, nostalgia o soledad, incluso años después de la muerte de su madre. Es en esta etapa donde la ausencia comienza a sentirse desde una mayor consciencia: no solo falta la madre, falta el consejo, la mirada cómplice, la protección emocional. Aparece entonces la sensación de “me falta algo” o “me siento solo/a, aunque tenga todo”. En consulta psicológica, es frecuente escuchar relatos de adultos que han sido funcionales y exitosos, pero que sienten un nudo emocional no resuelto en torno a la figura materna.


En la vejez, la pérdida de la madre se resignifica desde la memoria y la introspección. Las personas mayores que perdieron a su madre en la infancia o juventud suelen revisitar esa herida con una sensibilidad distinta. En este punto de la vida, el dolor puede aparecer en forma de melancolía, añoranza o necesidad de reconciliación emocional. También es posible que la persona se conecte con el legado de su madre desde la gratitud, rescatando recuerdos, enseñanzas y momentos compartidos. La psicoterapia en esta etapa permite elaborar un cierre emocional saludable, integrando la ausencia desde un lugar de paz interior.


El duelo materno, en cualquiera de sus formas, necesita espacio para ser expresado y comprendido. No hay edad ni momento ideal para sanar esa pérdida. La sociedad muchas veces espera que quien ha perdido a su madre “ya esté bien” al poco tiempo, sin comprender que hay heridas emocionales que no se miden en días ni en meses, sino en el proceso de elaboración interna. Por eso, hablar del dolor, recordar sin culpa, resignificar el vínculo y expresar lo que quedó pendiente es esencial para una sanación auténtica.


🛠️ Herramientas breves para enfrentar la pérdida materna

  1. Escritura emocional: Dedica unos minutos al día para escribirle una carta a tu madre, expresando lo que sientes, lo que extrañas o lo que no pudiste decir.

  2. Rituales simbólicos: Enciende una vela, coloca una flor o realiza una caminata en su honor. Los pequeños actos simbólicos ayudan a conectar con el recuerdo sin sufrir.

  3. Red de apoyo: Habla con personas de confianza o únete a grupos de duelo. Compartir tu experiencia puede ser profundamente sanador.

  4. Permiso para sentir: No intentes ser fuerte todo el tiempo. Permitirte sentir tristeza, enojo o nostalgia es parte natural del proceso.

  5. Terapia psicológica: Buscar ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino un paso valiente hacia la sanación emocional.

La intervención psicológica en estos casos no solo ayuda a procesar el duelo, sino también a reconectar con uno mismo desde un lugar más libre. A través del acompañamiento profesional es posible identificar emociones bloqueadas, comprender los efectos de la pérdida en la historia de vida y reconstruir un vínculo simbólico con la figura materna que brinde paz y contención. El objetivo no es olvidar, sino aprender a vivir con la ausencia sin que ella condicione el presente.


El duelo materno es una experiencia profundamente humana. Aunque el dolor no desaparezca por completo, sí puede transformarse. Se puede aprender a llevar esa ausencia con amor, recordando desde la ternura y no desde el sufrimiento.


Por: Juan Rojas, Psicólogo General Sanitario en San Sebastián - Donostia
Por: Juan Rojas, Psicólogo General Sanitario en San Sebastián - Donostia

 
 
 

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05 de jun.
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Excelente profesional. ! Me encanta el artículo publicado

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